Emergencia Presupuestaria
¿Que pasa en Sociales?
Hacia fines del año pasado se proclamaba que la "normalización" era una necesidad imperiosa para dar salida a la supuesta "crisis" que atravesaba la universidad: la consigna era categórica. "Si la asamblea no logra sesionar, la universidad no existe más", advertía entonces el actual vicerrector; de manera que todo valía para quienes emprendían la noble tarea de devolver a la UBA su institucionalidad. La realización de la asamblea -que tuvo lugar en el Congreso Nacional, fuertemente custodiado por la Policía Federal- contó con la venia del gobierno nacional, cuya intervención resultó decisiva para que la UBA eligiera a los candidatos de la "fórmula de consenso" acordada por los decanos.
Desde entonces ha pasado algo más de medio año y la "normalización" demostró su absoluta incapacidad para dar respuesta a los reclamos de la comunidad universitaria: es la normalidad misma de la universidad la que hoy resulta crítica y apremiante. Por otra parte, no ha habido indicio alguno que suponga un cambio sustantivo en el rumbo que lleva la UBA, sino que siguen firmemente arraigados los mecanismos que la configuran bajo una matriz mercantilista. Dos temas que aparecen como los de mayor conflicto son el financiamiento y el cogobierno. Detrás, un abismo indiscutido, que no permite dilucidar si el problema es su rumbo, o su forma de Ser.
Desfinanciamiento estatal y autofinanciamiento
Las dos caras del proceso de mercantilización en la universidad
La "emergencia presupuestaria" fue declarada ya en cuatro facultades de la UBA. Sociales, Arquitectura, Exactas y Filosofía y Letras coincidieron en plantear la necesidad de un incremento urgente del presupuesto. El reclamo, hasta el momento estrictamente declamativo, contempla dos niveles: por un lado se le pide al estado nacional una asignación mayor de recursos, y por otro se cuestiona, hacia dentro de la universidad, la distribución de las partidas.
El panorama es ciertamente alarmante, pero poco tiene de nuevo. La UBA se sostiene hoy gracias al trabajo no remunerado de casi la mitad de su planta docente, mientras que los docentes asalariados cobran sueldos empobrecidos. Las condiciones edilicias son absolutamente precarias y la falta de mantenimiento genera graves problemas en las instalaciones de los edificios (a esto se suma la multiplicación de gastos que conlleva, en el caso de facultades como sociales, la actividad fragmentada en distintas sedes).
La crítica situación presupuestaria forma parte ya de la acuciante normalidad de la UBA. Esta situación, que se agudiza a diario, es producto de una política de ajuste sistemático que mantiene el presupuesto prácticamente congelado frente a una matrícula en expansión
Actualmente los recursos que el estado otorga a la universidad cubren apenas lo necesario para el pago de salarios. La pregunta del millón es entonces cómo hace la UBA para sostener su actividad. Contrariamente a lo esperable, las relaciones hacia el interior de la universidad han construido con esa política de financiamiento insuficiente una relación de necesidad absolutamente funcional a la actual estructura universitaria.
En un proceso de largos años se fueron consolidando en la universidad ciertos mecanismos de autofinanciamiento. En lugar de exigir el presupuesto que necesitaba para funcionar, la UBA resolvió deliberadamente lanzarse a la búsqueda de fuentes de financiamiento alternativas a la estatal. Más que el simple resultado de una estrategia de supervivencia, fue una clara expresión del proyecto universitario que hoy goza de mayor salud de la que pareciera.
Los "recursos adicionales" que genera la universidad se suman a los aportes recibidos del tesoro nacional conformando -en palabras del Banco Mundial- un "sistema híbrido de financiamiento". La UBA ofrece entonces todo tipo de servicios, haciendo del conocimiento una mercancía más de las que pueden comprarse o venderse en el mercado. Los negocios son hoy su forma de Ser, son los que configuran su estructura. De modo que varios de los principios de la reforma educativa neoliberal se hallan instalados en la universidad, y -lo que es más- han avanzado desde su mismo seno.
Por otra parte, la UBA es cada vez más dependiente de esos "recursos adicionales" (que en algunos casos llegan a equiparar o incluso multiplicar a los estatales) y buena parte de su actividad está sujeta a los condicionamientos de las empresas que la financian directa o indirectamente, quedando seriamente comprometida su autonomía. De aquel "sistema híbrido" el cogobierno sólo gobierna realmente sobre los recursos estatales.
De la mano del reclamo por un mayor presupuesto debemos exigir, entonces, el fin de los mecanismos de financiamiento, que constituyen la base del proceso de mercantilización; y avanzar en la reformulación estructural de una universidad que está definida, cada vez más, por esa matriz.
Acerca de la reforma
La promocionada reforma estatutaria sigue, mientras tanto, dilatándose. El cuarto intermedio que había estipulado la asamblea del 18 de diciembre finalizaba el 1° de julio; sin embargo la sesión no se reanudó hasta el 6 de agosto, fecha en que la asamblea volvió a pasar a un cuarto intermedio, esta vez por falta de quórum, luego de una larga pero infructuosa jornada.
En ningún momento, desde que se "dio inicio" al proceso de reforma, se estimó la posibilidad de hacer partícipe del mismo al conjunto de la comunidad universitaria. La reforma se discute y se formula dentro de las fronteras de los órganos representativos que están siendo cuestionados. Es decir: se pretende resolver el reclamo de democratización (que hasta ahora pareciera limitarse a las formas de cogobierno) desde los mismos dispositivos señalados como antidemocráticos.
El problema de las representaciones está planteado: encontramos en el gobierno de la universidad un claustro de profesores sobrerepresentado que conforma más de la mitad de todos los órganos de "cogobierno", una representación escasa del claustro estudiantil y un claustro de graduados desdibujado, del cual terminan participando los docentes auxiliares -desprovistos, en tanto tales, de representación alguna- (y aquí surgen, además algunas dudas acerca del papel del llamado graduado "puro"). Finalmente aparece la necesidad de incorporar a los no docentes al cogobierno universitario.
No podemos perder de vista, sin embargo, las raíces profundas del proceso cuya manifestación política encontramos en el gobierno de las llamadas "camarillas". Fue el proceso de mercantilización el que consolidó sus prácticas, enquistadas ya en la universidad y amparadas por una forma de gobierno cuya democratización es hoy exigida. La tan mentada "normalización" no fue, en definitiva, sino un intento de relegitimar los mecanismos que garantizan la reproducción de este modelo de universidad. La reforma debe ser pensada, entonces, en un sentido integral, como una transformación de la universidad toda.
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